martes, 22 de septiembre de 2015

Los días abstractos... Nuevo curso:

A estos días no hay quién los entienda. Vale; puede que a mi tampoco. Sí, soy complicada; lo sé, lo admito. Pero no tanto cómo la vida. Y es que cada vez entiendo menos de ella.
Aunque podría decirse que no es la vida en sí, si no las personas que se nos cruzan en ésta y las situaciones que ellas nos ocasionan.

Ha empezado un nuevo curso. No sé cómo enfocarlo. ¿A caso hay opción de enfoque en ésta cámara no apta para expertos a la que llamamos vida? Puede que por eso, todos seamos primerizos en ésta.
No sé: la verdad.
Puede que debiera hacer reflexiones sobre las situaciones que me han abordado a lo largo de éstos últimos meses. Y lo hago, a cierto modo.
Sin embargo, el que Meg es mi alma gemela, la "dulzura" de Lou, la razón de May; la supremacia de Emma; la ignorancia del lisiado cerebral o mis sentimientos por Andrew son cosas infinitas, así que reflexionar sobre ellas es tan sólo indagar en algo ya evidente. Sin embargo, es el último factor el que se presenta en mi cabeza todos los días y las noches, el que me impide pensar con claridad. Puede que no tenga sentido, puede que pocos lo vean saludable o que muchos crean que no sé lo que hago. Y cierto es que no sé lo que hago. Pero cierto, también es, que me da igual. No me importa lo que digan. No me importa lo que crean. Me afecta en algo, pero realmente, de ello no depende nada. Y es que tan solo depende de nosotros dos. Tan solo nos influye a dos personas y es la otra, la que tiene algo que le importa a ésta una. Diría que se trata de su corazón, pero sonaría rematadamente cursi. Algo que soy; ¿para que engañarnos?

Sólo sé que necesito estructurar mis ideas, rehacer mis esquemas. Analizar lo pasado en el último año y prepararme así para éste que ahora viene. Y es que está llegando. El cambio está llegando. Lo siento. O, al menos, lo espero. Siempre y cuando sea bueno. Porque que no engañen; no todos los cambios son buenos; tan sólo es algo que nos pintan para que los superemos con más facilidad. Y es que un cambio, es algo que a pocos les apetece. Pero siempre y cuanto ese cambio sea para bien, lo estaré esperando. Y si no... Bueno; algo he aprendido.
Ahora tan sólo puedo sonreír, intentar ordenar los acontecimientos transcurridos que mi loca mente guarda con tanto aprecio, escribirlos, para no perderlos jamás y asegurarme de estar lista para lo que venga de ahora en adelante, mientras me animo a mi misma y me repito que sea lo que sea, estaré preparada.






lunes, 27 de abril de 2015

Día confuso...

No sabría siquiera por donde empezar. De hecho, ni siquiera puedo hacerlo. Ya han transcurrido meses desde que publiqué por última vez y... Puff. Mi vida es absolutamente distinta ahora.
Me gustaría poder explicároslo de otra forma, me gustaría saber el como. Sin embargo esto no es una historia: es mi vida, y toda ella transcurre sin permitir tregua alguna, haciendo que los momentos me sean imparables y que la historia que todos conocíais, cambie por completo...

Y es que no es solo es el hecho de que Meg conquistase a Dave por completo. Si: como leéis. A pesar de que descubrió que este tenía novia, no dejó de gustarle. Pasaron las semanas y él confirmó que rechazaría una oferta de trabajo en París para quedarse junto a ella. Vamos, que llego a ser la novia de Dave y le amputaba los huevos. Sin embargo, la desesperación que demostraba Dave ante Meg hizo que ella, tras muchas dudas, terminara por perder finalmente el interés por él. Era de esperar. Sin embargo, el chico no se rinde y todavía sigue intentando acceder al corazón de aquella a la que yo llamo mi hermana.

Pero no; no es solo eso. También es el hecho de que Lou ha terminado por odiar por completo a Jenny. No es de extrañar. Y es que lo siento; pero esa chica es un infierno. No es mala persona, de ello no cabe duda. Pero su débil personalidad y su alta capacidad de ser manejada hace que sea fácilmente capaz de otorgarte una preciosa puñalada trapera.
De algo de lo que Lou también está harta, es de la actitud de May, quién, ahora que tiene novio- Sheldon Cooper versión adolescente-se encuentra más distante respecto a nosotras. Sin embargo, yo alego que eso es normal y que, a pesar de lo ofendida que pueda sentirse Lou con la nueva actitud de May, ella sigue siendo eso; nuestra May.
Por otro lado tenemos a Britt... Ya no me hablo con ella. Tuvimos una intensa discusión en cuanto ella marchó de viaje y, en consecuencia, me ignoró por completo en una de las peores semanas que he pasado en el último par de años, algo que parece haberle puesto punto y final a nuestra amistad. Más no quiero que sea así. Sin embargo, fui yo quién la última vez dio la cara por ambas y me niego a atribuirme esa responsabilidad de nuevo. Al menos por el momento.
También está Lindy... Es adorable. Aunque nos encontremos en grupos distintos, confiamos plenamente la una en la otra. En las mil y una cosas que me han pasado estos últimos meses, ella ha estado allí; apoyándome. Ahora soy yo quién pretendo ayudarla, pues hace poco menos de una semana me comunicó una noticia desgarradora: está sufriendo por culpa de una enfermedad alimenticia. Al parecer ya llevaba años con la bulimia, y se está agravando hasta un punto en el cual es amenazada con ingresar en un centro médico. Yo sufrí una enfermedad. Sé lo duro que es que muchos digan entenderte cuando ellos, realmente, no sienten el peso del mundo entero cayendo sobre sus hombros. Le pregunté si el trabajo de modelo podía estar influenciándola. Me dijo que no. Al parecer ya lo padecía mucho antes de ponerse a trabajar. También me contó que, su hermana, también modelo, pasó por lo mismo cuando Lindy era una niña, haciendo que ella creciese rodeada de tal enfermedad y llegara a verla más normal. Le escribí una carta. La incité a que tuviese mentalidad positiva, y a que no se lo pensase ni dos veces a la hora de buscar respaldo en aquellos que la apoyamos, pues yo, no sé que hubiese hecho sin mis padres (y mi perrita). Así como también le dije el que debía sentirse preparada, pues tan solo ella podía vencer tal enfermedad, así que solo ella podía decidir cuando se sentía predispuesta para hacerlo. Espero que la ayude. Espero que mejore. Me destrozaría el verla sufrir.
Por último tenemos a Emma, quién a pesar de que el grupo no esté en su temporada más estable, puedo decir con certeza que es de las mejores amigas que he tenido jamás. Ella también ha sabido acompañarme en mis peores momentos y, a pesar de conocerla de tan solo unos meses, ya me ha ganado por completo.
Además, la muy cabrona es tan sumamente sexy que no paran de acosarla, y si: me da angustia. Cada cual de sus acosadores parece más salido del episodio más siniestro de Mentes Criminales. No me cuesta imaginarme historias sangrientas en los que ellos son los protagonistas. Puede que ello se deba a mi gran imaginación, o a que como dice Emma, el buscar juntas vídeos de "Los asesinos más famosos de (país X)" me dejó un trauma irremediable.
¿Qué hay de Minni?- Os preguntaréis. Pues bien, lo suyo lo dejo para la siguiente categoría del post, (si, para poder escribir esto he dividido cada historia por categorías mentales: mi hermana, mis amigas...) y ahora tendré que hablar concierne al amor y es que como veréis, lo que trae consigo  Minni es más complejo. Bueno, complejo... PUTADA. ¡Es una jodida putada!

Buff... Empecemos por el lisiado cerebral. No porque yo lo quiera así, si no porque sé que es algo que os interesa y, si no hablo de él, no podré proseguir con mi historia.
En fin; Jonas. Este hombre; pedazo de excremento de rata. Él mismo.
Como recordaréis, en los últimos posts descubrí puede que me gustara "un poco" Jonas. Bien; luego descubrí que me gustaba mucho. Poco después me planteé el ingresar en un centro para dementes, porque, sinceramente: ¿a quién se le pasa por la cabeza el sentir el más mínimo sentimiento o atracción por un ser semejante? A mi; como no. Que vergüenza.
La cosa está en que nuestra relación iba avanzando. A pesar de su condición de subnormal profundo y las bromas que demostraban su carencia de neuronas, el tonteo y la atracción eran cada vez más innegables. La gran sorpresa la tuve el día en el que Lou (cagada por mi posible reacción, todo sea dicho) me dijo que el lisiado cerebral se había hachado novia. No le mentí cuando le dije que no me había molestado. De hecho, no me afectó lo más mínimo: era consciente de que tan solo intentaba rellenar el huequecito de su corazón en el que yo me negaba a meter. Aunque si el muy imbécil me hubiese pedido salir por aquel entonces mi respuesta hubiese sido que sí. Aunque seamos sinceros: eso no hubiese salido bien. Probablemente, a los dos minutos de estar hablando le hubiese asfixiado por inculto. Yo hubiese ido a la cárcel y él a la morgue. No es un final precisamente bonito.
La cosa es que, a pesar de que inicialmente no me molestó lo más mínimo, esa misma tarde me encontré pegándole una bofetada a Jonas en plena clase, dándome cuenta así de que probablemente si que me afectara algo.
Todo lo que vino a continuación fue un incremento del asco que le tenía y a la vez el aumento de las ganas de conquistarlo, lo sé: demencial. Aunque no tan demencial como las revisiones que les propinábamos Meg y yo a los perfiles que tanto Jonas como su novia tenían en internet. Y su relación, como no, más falsas que las tetas de Nikki Minaj, no duró algo más de un mes, lo cual, era de esperar.
Y aunque a lo largo de ese periodo de tiempo el lisiado cerebral no había demostrado en ningún momento renegar de su interés por mi yo, que al principio estaba cebada en conquistarle, terminé por verlo como a una escobilla de váter: algo sucio, desagradable, estúpido y de poca utilidad.
Y a todo ello se le sumaba el que ya había encontrado a alguien con quién realmente encajaba, con quién realmente sentía que podía ser feliz: Andrew, quién May asegura que está colado por mi.
Sin embargo, me hace pasar por dudas. Es un chico confuso, aunque la confusión vale la pena cuando se trata de él. Y es que no podría ser mejor: divertido, vivaz, romántico... Si, habéis leído bien: un chico romántico, aquellos de los cuales se dice que están en peligro de extinción. Recuerdo perfectamente el momento en el cual la profesora de lengua proclamó.

-El amor ideal no existe.

Yo me reprimí ferozmente por no negarle tal absurda idea y por no saltar en plena clase y cantar "Un mundo ideal" de Aladdín. Aunque a pesar de mis grandes esfuerzos no pude controlarme en cuanto a la segunda, más en mi defensa diré que fue culpa de la profesora, por repetir el concepto de "amor ideal" un millón de veces, haciéndome imposible resistir la tentación.
Bueno, a lo que iba: la cosa es que ante tal pésima frase por parte de nuestra profesora, Andrew habló:

-Eso no es verdad. Es decir: no tiene porqué. El amor ideal... Existe. Lo tengo claro.

En aquel preciso instante me giré a observarle y nuestras miradas se cruzaron, pues sus ojos se encontraban posados en mi. Le sonreí, sabiendo que era el chico que yo quería, que yo necesitaba con tal de ser feliz. Y no me malinterpretéis: puedo ser perfectamente feliz sin un hombre. ¡Solo faltaría! Pero mi alma de romántica empedernida- (o como diría la chalada de Emma: emprendida)- siempre anda en busca de aquello que la haga volar y soñar tal como se ha demostrado que hace el amor en los cuentos de hadas. Cuentos, que seguro que pueden llegar a ser reales. Pues muy a pesar de aquello que pueda decir mi profesora de literatura: el amor ideal existe. Yo lo estoy conociendo.

Y antes de que esto pase a ser una novela romántica de Nicholas Sparks, hablemos de eso a lo que antes he denominado de forma acertada PU-TA-DA. Y en la cabecilla de esta, va Minni.
Gracias a ella, viví uno de esos momentos en los cuales el mundo se paró, mientras mi mente me suplicaba que aquella situación se tratase tan solo de un mal sueño que quedara en el olvido al despertar. Pero no fue así.
Recuerdo el momento a la perfección. Cada vez me encontraba más y más colada por Andrew (algo inevitable), algo a lo que Minni, a la que él llamaba su hermana, no parecía muy receptiva. Entre risas, cual estúpida le pregunté:

-¿No te gustará, verdad?

Y la respuesta fue el temido sí. Deseé retroceder en el tiempo; retirar la pregunta. Sin embargo ya era demasiado tarde, y ahora me encontraba encerrada en aquel agobiante momento, el cual me mareaba mientras en mi cabeza retumbaba la voz de Lou de fondo que proclamaba:

-¡Que mona!

Como es normal me cagué en todo. Entre lo complejo de la situación y el que, en un inicio, tan solo Emma, Meg y Lindy me respaldaran, hicieron que quisiera exterminar a la humanidad como raza. Aggh. Asco de gente.
Suerte que más tarde las otras entraron en razón. Eso si: no por ello, Minni cedió en cuanto a sus putadas. Y es que a pesar de su victimismo, hubo un momento en el que al fin entendí que lo que ella estaba haciendo realmente, era convertirme a mi en su víctima.

Pero esa ya es otra historia, y larga de contar. Ahora deberéis conformaros con mi regreso.
Y es que la vida sigue y aquí seguiré. Se os quiere.





sábado, 13 de diciembre de 2014

Varios días... -(Capítulo Especial- Parte II).

Ya había llegado el martes, y tampoco estaba siendo un día agradable. El ver como Jenny se desmoronaba en todas y cada una de las horas del día era demoledor. Me rompía por dentro. Y con todo lo que había pasado el día anterior, ya estaba lo suficientemente rota.

-Tranqui: que este viernes con nuestra terapia intensiva de Häagen-Dazs, Crónicas Vampíricas e Ian Somerhalder sin camiseta, conseguiremos levantarte el ánimo. -decía Meg (la cual se había tirado parte de la tarde anterior consolándome) al otro lado de la línea. ¿Y la otra parte de la tarde? En su clase favorita: la de canto. El estar en el conservatorio había logrado fijar a mi amiga un nuevo objetivo, que tenía nombre y apellido: Dave Dillon.

Observé a mis amigas, creyendo que debería prestarles atención en vez de dedicarme a hablar con Meg a lo largo de aquel descanso escolar. Sin embargo, no quería desprenderme de la voz de mi alma gemela. La necesitaba. Solo ella podía hacer que me sintiera mejor.
Y opté por que lo hiciera con una legendaria técnica: la distracción.

-¿Y qué tal con Dave? Distaeme. - "Ahora que lo pienso, distraeme es una palabra extraña."-pensé, (parecía ser que ya me distraía).

-Buff tía... Que bueno que está. Y que bien canta. ¡Y que mono que es! ¡Es que lo tiene todo, tía! -explicó, mi amiga, al otro lado de la línea.

-Vamos: que recurrirás a tu técnica habitual. -indiqué, pues Meg tenía una táctica infalible. Aquella de "soy inaccesible, inalcanzable." Vamos; el hacerse la interesante, de toda la vida. Y a la muy cabrona siempre le funcionaba. Y ahora, seamos sinceras, chicas: Meg es vuestra ídolo.

-Of course. Y el plan ya está en marcha. Y funciona. -dijo, orgullosa, y yo, convencida de que ella estaría sonriendo al otro lado de la línea, también sonreí. - Ayer mismo me dio su teléfono gracias a la excusa de que por faltar la semana pasada necesitaba sus apuntes.

-Y como es costumbre, tardarás en contestar sus mensajes horas... -dije, sin eliminar mi sonrisa.

-Ay, tía: no sé. ¡Es que me cuesta mucho resistirme! ¡Es tan... Perfecto! -puse los ojos en blanco ante su comentario, sonriente. Se me hacía extraño el ver a Meg tan enganchada a un chico: que si, que no era el primero que le gustaba. Pero el "gustar" de Meg es que alguien le parece guapo, y le interesa hasta el momento en el que él muestra un excesivo y agobiante interés por ella. Pero gustarle de una forma tan... No sé, como le gustaba Dave, era sin duda, peculiar.

-Controla tus impulsos o me haré con el control de tu móvil para impedir que estropees tu plan. -la informé, riendo al otro lado de la línea, justo cuando el timbre que indicaba la vuelta a clases sonó. -Oye tengo que dejarte; hablamos luego. Te quiero.

Y así volví a sumergirme en aquel peligroso océano que eran las aulas, que parecían estar dominadas por las hormonas, el sudor y Axe. "Que asco."-pensé, poniendo los ojos en blanco y adentrándome en el aula.

-Andas como una diva. -me dijo May, sentándose sobre su pupitre.

-Es que es una diva. -indicó Lou.

Sonreí a mis amigas, las cuales ya se habían acostumbrado a que mi ego fuera más grande que el culo de Nicki Minaj.
Tomé asiento y, a los segundos, Jonas se sentó en el de al lado.

-Mira que es imbécil. -soltó Jenny, la cual estaba cansada del lisiado cerebral, quién dedicaba parte de su tiempo a meterse con ella.

-Eh, por un día llevémonos bien: ¿vale? Está de nuestra parte.-comuniqué, a la vez que dirigía mi mirada a Jonas y le observaba con algo de picardía.

-Verdad. -dijo él, mientras correspondía mi sonrisa. -Si es que Adam es un idiota. -dijo, volviendo nuevamente a abarcar el tema. - Tendría que decirle algo por hacer esto... Quiero matarle. -murmuró. Alcé ambas cejas. Aunque su forma de hablar dejaba mucho que desear, ¿el concepto que daba a entender era (si no me equivoco) el de que se preocupaba por nosotras? "Conmoción inminente."
El mundo estaba volviéndose loco aquellos días. Y yo con él. Aquello fue algo que dejé más que claro a lo largo de la clase de historia, en la cual nos pusieron un documental y, mientras este transcurría yo tuve una idea demencial: Jonas se encontraba a mi lado, un tanto más para atrás, y aquel extremadamente seductor top con los hombros al descubierto que me había prestado Meg no podía desperdiciarse. Lo sé: debería encerrarme en un manicomio por lo que pasó a continuación. No creáis que no soy consciente.
El caso es que, tras echar todo mi pelo hacia un lado, me dediqué a acariciar lentamente mi cuello y hombro, deslizando con delicadeza mis dedos sobre mi piel desnuda con el único objetivo de excitar al lisiado cerebral. Lo sé. Lo sé. La lisiada cerebral en aquel momento, parecía yo. Siento vergüenza de mi misma. ¿Como pude llegar a aquella situación?
"Summer; ¿que se supone que estás haciendo?"- me pregunté un rato más tarde a mi misma y, como siempre, la culpa de todo se la atribuí a las hormonas.
Me reincorporé, con algo de vergüenza, y de reojo observé como el lisiado cerebral hacia lo mismo, a la vez que carraspeaba. Claramente el objetivo impuesto por mis hormonas se había cumplido, por lo que no pude evitar sonreír, aunque mi mente me preguntara sucesivamente: "¡¿Que se supone que estás haciendo?!"
Más ese pensamiento se sustituyó por el de: "¿Que se supone que está haciendo?" una vez entré en el recreo y observé como, tras localizarme, el palurdo de Jonas se ponía instantáneamente a hacer estiramientos y flexiones en la portería. Casi se me escapa la risa. "Patético."-pensé, poniendo los ojos en blanco, antes de que una parte de mi me recordara: "¿Y lo tuyo no lo ha sido?" Touché. Aquello era más que penoso. Mis desequilibradas hormonas estaban tomando el control sobre mi y, si se lo permitía, aquello no acabaría bien. Por lo que debía evitarlo; eso estaba claro.

Sin embargo él no parecía tener intención de reprimir sus impulsos, pues aquella misma tarde, mientras bajábamos las escaleras, dispuestos a volver a nuestras casas tras otro día agotador de jornada escolar, tras lanzar sus típicas puyas contra Jenny, se me quedó observando un rato. Y, antes de levantar si quiera la vista, me encontré con el dorso de su mano acariciando mi hombro.

-Hola, Summer.-susurró.

Me puse nerviosa por el asco que le tenía, porque sabía que aquello lo había ocasionado yo con el numerito de historia "Seguro que el lisiado cerebral pensaba: no puedo dejar que el día se termine sin haber hecho eso. Bueno, eso si pensaba en algo."; y sobretodo, por el hecho de que sus caricias me estaban encendiendo... En el sentido más guarro de la palabra. Si señor: esa misma cara de "que asco todo" fue la misma que debió verse reflejada en mi rostro.

-Adiós, lisiado cerebral.- y, con esa frase hice que las cosas volvieran a la normalidad. Aparentemente.

Y es que parecía ser que a mis hormonas no iba a darles la gana de relajarse. En aquel momento, necesitaba una fuerza superior que se impusiera sobre mi control incontrolable. Una fuerza que ofreciera apoyo incondicional a aquella única idea cuerda que quedaba en mi desordenada mente: la de evitar todo aquello.

-Es que es difícil. -comentó Meg aquella tarde. -Yo aquí veo demasiada tensión sexual no resuelta.

Puse los ojos en blanco, ya desesperada.

-¿Verdad?- exclamé, antes de lanzarme de espaldas sobre la cama de Meg. Adoraba los martes pues, tras acudir a mi cita con la psicóloga, iba a ver a la que era realmente mi terapeuta emocional. -Es insoportable. Me da un asco. Pero es que a la vez...

-Te gusta.- asentí ante su comentario, con una cara de traumatizada que era para grabar en video.

-Un poco.- dije, mientras indicaba con los dedos cuan poco me gustaba, dejando entre ellos un espacio tan minúsculo que igualaba el de la única y atrofiada neurona de Jonas.

-A ver... Summer: ¡tú eres yo! Si te lías con él, como yo soy tú, será como si yo lo hiciera. ¡Y yo no quiero liarme con el lisiado cerebral! ¡Es demasiado... lisiado cerebral! ¡No puedes hacernos esto! -argumentó Meg. -Aunque te entiendo. Es decir: está muy bueno. Pero es demasiado... lisiado cerebral.-concluyó, con toda la razón.

-Lo sé...-solté un bufido. Toda aquella situación me estaba estresando. Como si no tuviera ya suficiente con que agobiarme.

-Yo creo que os vais a liar y terminaréis de mejores amigos.-opinó Meg.

-¡Si es que yo no quiero liarme con él!-exclamé. -Es decir, si que me apetece pero me da mucho asco. Si es que además le huele el aliento. -si, poca cosa positiva pensaba encontrarle a ese niño.

Meg esbozó una mueca de asco.

-Iugg, entonces fijo que no.- negó. -O si no puedes evitarlo... Dale un chicle. -propuso, y ambas estallamos a carcajadas. Necesitaba esto. De verdad que la necesitaba. "¿Que haría yo sin mi media naranja?"

"Morirme." Ya era miércoles y faltaba poco más de una semana para que Meg viajara a Uruguay, su país de procedencia por parte paterna.
Me estaba desesperando, pues aquella última semana había hecho estallar mis esquemas en mil pedazos, y necesitaría a Meg para volver a recomponerlos. Ya estaba habiendo mucho desmadre, como para sumarle además el hecho de que mi alma gemela desapareciera del mapa durante dos semanas. "Mierda."
Aunque peor que el año anterior no iba a ser, eso estaba claro: el que estuviese en otro continente durante las Navidades y Año Nuevo hizo que tuviera ganas de suicidarme. ¡La necesito conmigo!


Aquello era lo que se arremolinaba en mi mente en cuanto el profesor de historia me tendió mi examen: un cuatro. ¡Y eso que historia se me da genial!

-Disculpe... ¿Qué es esto?- pregunté, incrédula.

-Su nota.- "Este se cree que soy imbécil."

Empecé a repasar con desesperación el temario sobre el cual me habían evaluado, comparando su contenido con el de mi examen.

-¡Pero si es prácticamente idéntico!-me quejé a May, la cual revisó mi examen.

-Puede que algo incompleto. Más está muy bien escrito. -me indicó mi amiga, la cual además de ser inteligente, tenía criterio.

Me dirigí a la mesa del profesor: la sangre me ardía, y estaba a punto de estallar. Aquello parecía una broma de mal gusto, más intenté mantener la calma.

-Perdone: no estoy de acuerdo con mi nota. Creo que me merezco más. El contenido es correcto y...-comencé a explicar, antes de verme interrumpida.

-Pero está mal escrito.-indicó, haciendo que, en ese preciso instante, mi cerebro estallara.

"¿PERO COMO SE ATREVÍA? ES DECIR: YO, ¿ESCRIBIR MAL? ¡¿YO?! ¡PERO SI ESCRIBIR ES LO QUE HAGO! ¡ES LO QUE SE ME DA BIEN! ¡SOY ESCRITORA! ¡ES LO QUE SOY!"

-No puede ser por eso. -indiqué, convencida de mis palabras. -Es decir, le explico: yo soy malísima en matemáticas. Pésima. No es que sea fácil que haga algo mal, es que directamente es difícil que haga algo bien. Y lo sé. Soy consciente. Soy un desastre en mates, y puede decírmelo: es la verdad. -comencé a narrar. -Pero NO puede decirme que soy mala escribiendo. Porque escribir es una de las cosas que mejor se me da en el mundo. De hecho, me considero escritora. Soy escritora. No puede decirme que se me da mal algo en lo que soy brillante. Porque si: soy brillante. De echo, ¡soy incluso mejor que J. K. Rowling! -exageré, lo que provocó que mi profesor abriera los ojos, sorprendido. Sé lo que debía estar pensando: engreída. -Y así como sé lo que hago mal, sé lo que hago bien. Y escribir es una de las cosas que mejor hago así que NO puede suspenderme poniendo como argumento  mi forma de escribir, "y lo pésima que es." Porque básicamente, no es verdad.

Una vez concluido mi discurso, el profesor no pronunció palabra alguna, y me quedé a la espera, observando a May y a Lou, las cuales miraban con cara de: Si, profesor: esta es nuestra Summer. Impactante... ¿Verdad?

Y como finalmente el profesor se negó a subir mi puntuación, mi irritación no hizo más que aumentar, desquiciándome.

-¡Como no me suba la nota le denuncio!-le chillaba al teléfono.

-Summer, cálmate...-imploraba mi madre al otro lado de la línea.

-¡Es que no lo entiendo! ¡Simplemente no me entra la cabeza!-exclamé, más que indignada.

-A mi tampoco...-contestó mi madre.

-Ni a mi.-añadió May, la cual se encontraba a mi lado.

-EXAAAACTO.-me quejé. -¿Este hombre no tiene criterio o que le pasa?

Obviamente no lo tenía. Y aquello fue lo que me repetí a lo largo del día, sin lograr que mi monumental cabreo cesara. Estaba de los nervios. Le hubiese arrancado los pelos al profesor de no ser porque él era calvo y yo una chica buena. Pero una chica buena con un temperamento demoledor. De hecho, rogué para que nadie me dirigiera la palabra a lo largo de aquel día, pues sabía que a la mínima iba a estallar.

Sin embargo, y a pesar de que todos conocían mi el estado de nerviosismo puro y extremo en el cual me encontraba aquel día, el lisiado cerebral parecía ser un masoca irremediable. De eso estuve convencida poco después de conocerle y lo confirmé en cuanto, a lo largo del descanso escolar, en plena calle, se acercó a mi y comenzó a acariciar mi brazo. "Este tío es gilipollas."

-¿Qué- se- supone- que- haces- lisiado cerebral?-solté, estaba que trinaba. Más le valía alejarse antes de que introdujera mi mano en su oído, me sumergiera hasta su única neurona y la estrujara hasta exterminarla, produciéndole la muerte inmediata. Pero el muy inútil parecía querer morir, pues no contestaba, y seguía acariciando mi brazo; así que no tuve más remedio que apartar su mano de un manotazo. -¡No me sobes! -exclamé, furiosa.

Se quedó en silencio por unos instantes antes de murmurar:

-No te estaba sobando...- y todo ello sin dignarse a mirarme a los ojos y desapareciendo poco después a paso ligero, confirmándome que si: era gilipollas.

Si, lo sé: me estoy pasando con los tacos. Pero estaba cabreada, y aquello era lo que había. Enfurecerme, es peligroso.

Algo que parecía ser que la insoportable de Fancy no sabía. Aquello quedó más que claro el jueves, en cuanto la muy repulsiva comenzó a tocarme los ovarios.

-Perdona... Estás en mi sitio. -le indiqué con algo de mala leche, para que negarlo. Pero es que en clase de matemáticas lo único que podía mantenerme cuerda era el sentarme frente a Lou, (quién odiaba a Fancy e intentaba echarla de aquel sitio con todas sus fuerzas).

-No veo que ponga tu nombre.- contestó. "Por favor." Aquella frase era digna de un crío de preescolar. Esta tía tenía que madurar seriamente.

En ese instante, Tia (una nueva amiga de Fancy, la cual vestía como una prostituta de carretera y era más vulgar que la presentadora del programa del horóscopo de aquella cadena especializada en timar a la gente) entró en combate:

-Puede sentarse donde le de la gana. -nuevamente, aquello parecía preescolar.

-Em... ¿Verdad que no estaba hablando contigo? Pues no te dirijas a mi. -contesté, con mis aires de diva. Sabía que, en una discusión, aquello era lo que más podía molestar a quien tenía algo contra a ti.

-Pero es que yo si que estoy hablando contigo. -replicó.

-Ya, pero yo no quiero que me hables. Así que no lo hagas. -contesté. Pobres: quién discutía conmigo siempre salía perdiendo, pues estaba claro que yo era una chica ingeniosa, y por supuesto, mil veces más que ellas.

-Es que yo tampoco quiero hablarte. 

Puse los ojos en blanco y solté un soplido: "Patético."

-Entonces, ¿porque lo haces? -pregunté. Aquello ya era hasta cómico. Aunque a Tia no pareció hacerle mucha gracia, pues en ese instante, (y con la poca clase que solo ella tiene) comenzó a llamarme gilipollas repetidamente. Sin embargo, yo ni me digné a contestar. Su intento por ofenderme me parecía penoso, pues estaba claro que a mi todo y cuanto dijera no me importaba lo más mínimo. Más a Lou si que pareció importarle que la tomara conmigo, pues al instante comenzó  replicarle que allí no había otra gilipollas más que ella. Adorable. Amaba a mi amiga.

Y también amé a Harriet y a Claire, dos compañeras de clase que se metieron en medio y exigieron que la prostituta de carretera dejara de insultarme. Más a mi me daba igual que lo hiciera: malgastaría saliva con la intención de herir a alguien que pasaba de ella como de un guisante aplastado. Triste.

En cuanto Claire y Harriet me preguntaron lo sucedido simplemente les contesté que aquella mujer era una borde asquerosa (me negué a insultarla a lo bruto, como ella había hecho. Yo tenía más clase.) Aquello pareció hacerles gracia, y alegaron que mi forma de hablar les recordaba a la suya propia. Me alegré por compartir curso con ellas. Estaba bien verse respaldada en un nuevo instituto, y ambas eran magníficas.
Y me lo demostraron con creces en cuanto, con buena fe, se dirigieron hacia Fancy y le pidieron que abandonara mi sitio. Sin embargo ella se negó.
No me quedó otra que buscar asiento, para después dirigirme a hablar con Lou. No podía creer que Fancy estuviese siendo tan irritante. Es decir, siempre lo había sido. Eso y estúpida. Pero no tenía derecho alguno. Y es que os explico: ella estaba con nosotras en nuestro antiguo instituto, en el cual poca gente quería acercarse a ella porque una vez, en su tiempo libre, se dedicó a enviar fotos abierta de piernas a los chicos de la clase, lo cual originó un escándalo, que se vio todavía más remarcado en cuanto las fotos se las envió a un tío de internet. Lo sé: demencial.
Y mientras que todos la tachaban de guarra, furcia y cosas peores, yo defendía que cualquiera podía cometer errores. Pues a pesar de que no me hacía gracia alguna lo que había hecho, yo me consideraba su amiga. Y era la única que ella tenía a excepción de Britt, la cual es su mejor amiga. (Algo incomprensible, pues Britt tiene cabeza y esta niña, a parte de dignidad, es lo único que no tiene). Da igual. El caso es que, a pesar de que tuvimos problemas años atrás- por los cuales la perdoné un millón de veces, como no- la defendí ante aquellos que se dedicaban a despellejarla con palabras.
¿Y que hizo ella? Valorarlo no; eso estaba claro. Pues al llegar al nuevo instituto, tras algunos días, nosotras nos quejamos de que nos obligase a ir con quienes no queríamos (esa es otra larga historia) y ella, furiosa, explotó sin razón y nos puso a parir en plena calle y, para echarle gracia al asunto nos llamó guarras: ¡Ella!
Que si: yo pensé que lo suyo era un error. Pero algo de lo que te arrepientes no lo repites varias veces. Y mucho menos obligas a tu mejor amiga a mentir por ti. Y fue lo que hizo con Britt, quién me acabó contando la verdad de sus fotografías, explicándome lo mal que se sentía por haberme mentido durante tanto tiempo. ¿Y todo por...? Por Fancy.

-Bien. ¡Aquí tiene su sitio "la reina"! -exclamó de golpe, extremadamente furiosa.

-Graciaas. -dije, sonriente y cantarina, demostrando que sus comentarios no iban a ofenderme. Porque en mi mundo paralelo repleto de Disney, yo si que era la reina.

Sin embargo, parecía ser que en el mundo paralelo de aquella chica, yo además de tonta era masoca, pues la única razón por la que me detestaba de tal forma era por el hecho de que yo no quería perdonarla por millonésima vez. Y en serio: la había perdonado toneladas de veces antes. Sin embargo no lo supo valorar. Y como bien me decía Britt: yo no tenía porque volver a pasar por eso. Y me negaba a hacerlo.
Y por ello Fancy estaba cabreada: porque yo no era masoca. ¿Lógica? Ninguna, pues lo que tendría sentido sería que la que estuviese molesta y odiando a la otra fuese yo. Sin embargo no la odiaba, no podía; me importaba demasiado poco como para hacerlo.

Lo que no me importaba poco era lo mal que se me daban las matemáticas. Y eso que yo antes era buenísima, pero ese año que estuve faltando a clases -otra larga y trágica historia- me había pasado factura. Ahora, incluso con adaptación los números se arremolinaban en mi cabeza y me torturaban sin piedad. Aquello era más que estresante, y el estrés era algo que me sobraba tanto que hasta me salía por los poros.

-¿Lo entiendes? -me preguntó la profesora, una vez sonó el timbre.

-Diría que si. -dije, innegablemente dubitativa.

Y justo en aquel momento, Andrew saltó:

-¿El método Ruffini? Si quieres yo puedo explicártelo. - "Aish, que mono."-fue lo primero que pasó por mi estresada mente. Inevitablemente, Alec apareció en ella pocos segundos después: el me había estado dando clases para los exámenes finales durante el curso pasado. Recordaba a la perfección aquel duelo de miradas que no me dejaba concentrarme durante sus explicaciones. Y aun así, gracias a prestar atención a todo y cuanto él me decía aprobé todo y cuanto se me puso por delante.
Y aunque sentía que la misión de que un chico que me gustase me diera clases era algo que Alec ya había cubierto en su momento, el que Andrew me diera clases era algo que me sonaba apetecible, para que mentir. Y no porque Andrew me gustase. Simplemente me "hacía tilín"pero poco más. No habíamos hablado lo suficiente como para aumentar mi intriga por él, aunque claro estaba que aquel chico le daría mil vueltas al estúpido del lisiado cerebral. Cualquiera podía hacerlo.

Tan sumida estaba en mis pensamientos que, cuando me digné a tratar de responder ya era tarde, pues la misma profesora se me había adelantado, soltando un soplido y diciendo con desdén:

-Si, venga. ¿Qué vas a explicar tú? - Andrew se marchó y yo le pedí disculpas con la mirada. ¿Era cosa mía o cada vez que él me hablaba, venía una tercera persona y le dejaba por los suelos?
"Pobre."- me lamenté, más una sonrisa se dibujó en mi rostro ante la idea de que; o bien Andrew era muy majo, o yo le interesaba algo. Prefería decantarme por la segunda opción, pues si un chico como él se abría camino en mi vida el lisiado cerebral saldría despedido de ella, y era todo y cuanto necesitaba en aquel momento.

Al menos eso era lo que pensaba. Pues el viernes me hizo ver que mi necesidad imperial era el proclamarle mío frente a los demás. Triste, pero cierto.

Sin embargo, antes de llegar a aquella conclusión mi cabeza estaba centrada en otras cosas. Concretamente, en lo bien que me iba a sentar la sesión de Crónicas Vampíricas, películas de terror y clásicos Disney que llevaríamos a cabo Meg y yo aquella noche. Lo esperaba impaciente.
Así como de impaciente se presentó Jonas frente a nosotras, molestando más que las moscas en verano.
Y es que, gracias a mi irremediable insomnio, me cuesta pegar ojo por las noches, así que en los descansos escolares, mis amigas se sientan en un banco y con sus cuerpos me construyen un colchón, sobre el cual me tumbo antes de cerrar los ojos y hace un siempre fallido intento de dormir.
Sin embargo, ni el intento pude hacer esta vez. El maldito lisiado cerebral levantó mi cuerpo, reincorporándolo en el banco y tomó asiento a mi lado.

-¿Qué haces? ¡Déjame dormir!- exclamé, desesperada: necesitaba con urgencia recobrar mis horas de sueño. Por ello hice un intento por echarle y tumbarme, más el cabrón no me lo permitió.

Simplemente, se puso a cantar de forma frenética una canción que no hacía más que meterse con Jenny. Puse los ojos en blanco. Aguantar a Jonas era como cargar sobre tus hombros sacos de veinte quilos de excrementos de asno: insoportable.
Para colmo, a lo largo de la canción -que para nada iba a ser el nuevo éxito del verano- comenzó a dar palmadas. Sobre Jenny, sobre mi pierna... Acercaba demasiado la mano a donde no debía. Y lo que me excitaba el muy estúpido. Más su mano se acercaba cada vez más y más, y aquello ya me estaba poniendo de los nervios. Así que le metí un manotazo en cuanto reposó su mano sobre mi pierna, algo que a él le pareció gracioso, pues sonrió, antes de seguir cantando. Solté un soplido: parecía ser que su media neurona útil hoy estaba teniendo serios fallos técnicos.
Jonas, en aquellos instantes se asemejaba a un CD rallado empleado en varias torturas chinas. Me alegré al escuchar que hacía un cambio en el ritmo y lograba que la tortura que mis tímpanos estaban sufriendo, cesara.


-Me ha gustado ese remix que has hecho allí.-bromeé.

-¿A que si? -dijo él, entusiasmando como un niño con piruleta. "Pero mira que es imbécil."-me dije a mi misma, observándole. "Y mira que es sexy. Mierda." 

Y mientras mis tímpanos se petaban lenta y dolorosamente, mis amigas intentaban callar a Jonas de todas las formas posibles. Tan solo les faltaba ponerle un esparadrapo en la boca. Y, ante la mirada de súplica de una de ellas de: haz que se calle, no me quedó otra que hacer lo que el lisiado cerebral y yo tanto habíamos hecho durante el año anterior: pelear hasta hacer que el otro cerrara el pico.
No soy fan de la violencia; no me gusta y no creo en ella. Sin embargo, el lisiado cerebral era como un pedazo de plástico; nada le afectaba. De hecho, antes de hacer lo que hice clavé mi tacón sobre su pequeño diminuto amigo y el tío prosiguió cantando.

-¿En serio? -dije alucinada, abriendo los ojos como platos. -Es decir ya sabía que la tenías pequeña, pero es que aquí directamente...

-No hay nada. -aportó May, burlona.

Y yo que hasta entonces creía que era masoca... Cuando la realidad era que él no podía sentir el dolor. En fin. ¿Por donde iba? A si: que en cuanto mis amigas me suplicaron con la mirada que acallara al lisiado cerebral -y con unas ganas de dormir impresionantes- coloqué un pie sobre el banco y me subí a su espalda, -"Esa sexy, fuerte y remarcada espalda. Joder."- mientras mis manos se dedicaban a azotar su inservible cráneo. 
Él se levantó, conmigo encima, cogiéndome y, sin saber como, dándome la vuelta y dejándome en el suelo. Negándome a terminar sobre el suelo del recinto escolar, tiré de él, quién en cambio de recomponernos a ambos, cayó sobre mi.
Y allí estábamos. Rodeados de todo nuestro curso y pegados, tirados en el suelo. ¿Y yo que sentí? ¿Vergüenza? ¿Irritación? No: satisfacción. Satisfacción porque esperaba que al vernos así, mis compañeras de clase asumieran de una vez por todas que el lisiado mental era de mi propiedad.

-Aquí hay una tensión...-comentó una de ellas, algo que me encantó que dejara a relucir. Sin embargo me di cuenta de una cosa más que seria: tenía un problema. ¿Como que quería que el lisiado cerebral fuera de mi propiedad? ¿Es que acaso se me había ido la cabeza? Claramente: si. Y aquello fue lo que estuve pensando durante prácticamente el resto de la tarde. Incluso dormida, sueños algo subidos de tono con Jonas aparecían en mi mente. "Que asco."

Y aquello fue lo que le comenté a Meg, al llegar a su casa tras mi siesta.

-Tú necesitas urgentemente una dosis de Ian Somerhalder.
-comentó mi amiga, poniendo la cuarta temporada de Crónicas Vampíricas en el reproductor, lo cual fue suficiente como para distraerme durante horas.

Sin embargo, había momentos del día en los que irremediablemente, Jonas aparecía en mi mente sin ofrecerme tregua alguna. Y aquello era más que un problema. Aquello era demencial.


sábado, 6 de diciembre de 2014

Varios días... -(Capítulo Especial- Parte I).

·Nota: en este capítulo veremos un lado del pasado de las chicas. A lo largo de este, también aparecerán los personajes protagónicos, así que no os asustéis. Tan solo es un capítulo especial que nos deja conocer a algunos de los personajes principales un poquito más. En el próximo capítulo las cosas volverán a la "normalidad". Aunque aquí, la normalidad no existe. Espero que lo disfrutéis y que no os confunda demasiado. -


La semana que tenía a mis espaldas había sido de todo menos sencilla. Confusa, agotadora, decepcionante, dura, abrumadora y miles de adjetivos más que no se asemejaban para nada a "sencillo".
Y hoy, sábado, no hacía más que repasar aquella semana que había vivido.

Como en cualquier semana, todo empezó el lunes. Bueno, miento. Realmente lo del lunes fue ocasionado por algo sucedido el domingo, o más bien con anterioridad a éste.
Se remonta a años atrás, cuando en mi instituto anterior nos encontrábamos un grupo de buenos amigos. Aparentemente unido, fuerte... Con una manzana podrida en el centro del árbol que nos atraería moscas a todas las demás, excepto a aquellas que nos encontrábamos en la copa de este.
Dejad que me explique.
Yo soy una persona que confía con mucha facilidad en los demás, sin embargo: no soy tonta. A mi ni se me engaña, ni se me manipula. Justo lo contrario le pasa a Jenny. Y entre otras cosas, por eso estamos así. Aunque la verdadera causa es sin duda él. ¿Quién es él? Alan. El ex de Jenny, y un cabrón de mucho cuidado, el cual ha ocasionado todo esto. Aunque no le fue difícil. Siempre nos había envidiado (supongo que porque en realidad, él quisiera ser mujer) a muchas de nosotras, y nos maltrataba con comentarios psicológicos que, así como a mi me cabreaban pero no me importaban porque sabía que todo y cuanto decía era papel mojado, a Jenny la derrumbaban. Comprensible, debido a su débil personalidad, pero... ¡Joder! ¡¿Tanto costaba ver que este tío era un imbécil?! Vale, pues la cuestión es que parece ser que cuesta más de lo que parece: ya que así como Britt, Alec, Lou, May y yo conseguimos verlo con facilidad, otros no. Otros, prefieren confiar ciegamente en Alan, el cual es retorcido, envidioso y además, no es tonto. Lo cual es lo que más nos perjudica a los demás. Pues con su perversa mente y su alma negra -si, lo sé: describo a aquellos que no me gustan como a villanos de un cuento Disney- ha logrado hacernos daño a todos. Y eso fue lo que sucedió el lunes.


En cuanto Cerise (una de mis amigas, perteneciente a ese grupo) me llamó durante el descanso escolar para recriminarme mi conversación del día anterior con Alan me temí lo peor. Que si: que le había dicho a Alan que era alguien manipulador, que no tenía moral, que carecía de escrúpulos, que no quería saber nada de él y que una persona como Jenny no merecía derramar lágrimas por una persona como era él. Pero aquello lo había dicho porque soy una persona sincera, me es inevitable. Dije todo y cuanto pensaba. Excepto varios tacos. Pero el concepto, en si, quedó claro. Y yo me quedé muy a gusto. ¿Porque qué se creía Alan, llamándome como si fuésemos mejores amigos, después de habernos tratado de la forma en la que lo había hecho? Porque, por si no fueran pocos sus maltratos constantes, el último mes se había centrado en poner a parir a Jenny, y encargarse de que una parte del grupo se olvidase de ella, asegurando que Jenny no era importante, y diciendo que superase ya su relación, su amistad con los demás y que se buscase la vida. Capullo.
Por eso no es de extrañar que me indignara tanto. A parte, que de con todos los problemas que habíamos tenido en el pasado, yo ya no podía tolerar una jugada más por parte de Alan. Y tampoco podía soportar el que Jenny llevase el último mes en depresión por culpa de un estúpido como él.

Sin embargo, no todos parecían verlo de la forma en la cual yo lo veía.

-¿Como se te ocurre decirle a Alan que es un manipulador?- soltó Cerise, mientras yo ponía el manos libres, pues aquella era una extraña reunión grupal.
Lou y May, que se encontraban a mi lado, se observaron entre ellas, aparentemente frustradas por el inicio de aquella conversación. "Esto no va a acabar bien..." -pensé, y eso que soy la optimista del grupo.

-Ni que fuera algo nuevo. Lo de que es un manipulador, es algo que ya se sabía.-indiqué, mientras May y Lou asentían. Dirigí mi mirada a Jenny, la cual tenía la vista fijada en el suelo. En su mirada se reflejaba un intenso dolor. Aquello me hizo querer estallar: ella no se merecía aquello.

-Mira, Sum: te has pasado. Yo que tú le pediría perdón.-indicó Cerise.

-¿Pedir perdón? ¡Si tan solo le estaba describiendo!-comenté, convencida de que todo y cuanto había dicho era la más pura verdad.

-Lo tuyo es muy fuerte. Luego no te arrastres, pues no pienso perdonarte.-se escuchó a Alan a través del teléfono.

Reí; aquello era de ciencia ficción. Yo a él le había perdonado en mil ocasiones distintas, ¿y él no sería capaz de perdonarme una cosa por la que ni siquiera tenía que pedir disculpas? Cómico.

-No creo que ella sea la que deba pedir perdón. No ha hecho más que decir verdades. -me apoyó Lou.

-Con todo lo que le hiciste... Tan solo faltaría que tuviera que disculparse. -la secundó May.

-El que la verdad duela, Adam: no es culpa mía. Siento haberte dejado al descubierto. -proclamé. Aquella situación me estaba poniendo enferma. Por lo menos tenía la certeza de que mi querida Poppy no entraría al trapo, ella tenía más cabeza.

-Te estás pasando Summer. -dijo Poppy al otro lado de la línea, haciendo que mis ojos se abrieran y mi corazón diese un vuelco: si realmente creía más en Adam, yo ya no sabía a quién había ido a ceder mi confianza. -Adam tiene razón cuando dice todo y cuanto dice. En especial lo de que Jenny debería superar ya todo esto. ¡No vamos a volver a vernos! ¡Que lo asuma! ¡Hemos terminado! Todos nosotros.

-Tampoco es que queramos veros más. -dijo Cerise, con amargura. -Que os vaya muy bien, chicas. -y, al instante el doloroso sonido del fin de la llamada.

Me encontraba en shock, sumida en tantos pensamientos y sentimientos que no podía hacer más que confundirme, extraviarme, desmoronarme.
Y mientras, todas caminábamos con lentitud, dirigiéndonos al instituto, sabiendo que en breve finalizaría nuestro descanso. Una vez estuvimos cerca, me senté en un bordillo de la acera.

-No me entra en la cabeza... -todo aquello era una decepción. Dos personas en las cuales creía poder confiar habían sucumbido ante Alan. No entraba en mi, no lo asumía. Y todo ello ocasionó que algunas lágrimas cayeran de mis ojos.

-Ni se te ocurra llorar.-dijo Lou, apenada, mientras se ponía de cuclillas a uno de mis lados. -No lo merecen.

-Lo sé, sin embargo... Estoy en shock. Es que... -murmuré. - Agh: ¿como podéis vosotras estar tan enteras, tan compuestas?

-Porque, realmente... Ya nos lo imaginábamos. -dijo May, algo apesadumbrada.

-¿Imaginabais que esto pasaría?-pregunté: ambas asintieron. -Pues vaya.

Parecía ser que ellas habían sido más listas. Pues aunque no creyese en Adam, Cerise y Poppy habían sido hasta el momento, personas las cuales tenían toda mi confianza. En especial esta última. Hubiese puesto la mano en el fuego ante la idea de que ella era más inteligente y tenía más moral que... Todo esto.
Que si, lo sé: no es un drama. Son cosas que pasan, sobretodo cuando eres adolescente. Pero: ¿que decir? Al perder una amistad: duele. Y ya ni hablar, si el daño se duplica.
Supongo que eso fue lo que dijeron May y Lou mientras Jenny y yo nos negábamos a salir del lavabo a lo largo de la clase de lengua.
Y como no, una vez terminada esta nos comimos una charla de la profesora, la que trataba que Jenny dejase de llorar, algo que yo ya había logrado tras los consuelos de Lindy y algunas otras compañeras más. Tenían razón en cuanto decían que, este cambio de etapa, nos había hecho hacer una especie de "limpieza" quedándonos solo con aquellos amigos que valían la pena.
Aquello fue lo que tuve en mi mente durante las últimas horas del día, intentando por todos los medios no derrumbarme nuevamente. Aquel no era un problema de vida o muerte, no merecía tanto dramatismo. Sin embargo mi sensiblería nata me hacía especialmente perceptiva ante estos golpes emocionales.
Lo que si que fue un golpe -y además brutal- fue lo que pasó en cuanto entré en clase de italiano. Me abrí paso hasta mi sitio, donde milagrosamente Jonas no se encontraba sentado. Y es que con el día que hoy llevaba tan solo me faltaría el lisiado mental -el cual mi imbécil y querida Britt aseguraba que me gustaba, pero ella no tenía ni idea. Ni siquiera estaba aquí para ver lo lisiado mental que es.
Total: que una vez dejé las cosas en mi pupitre, me dirigí hacia la Srta. Smith, pidiendo que nos dejase a Jenny y a mi ir al baño para lavarnos la cara, pues la anterior profesora nos arrastró fuera del baño para darnos la charla. Pero aquella, era una buena mujer. Al contrario que la zorra de Smith. Imaginaos si debe de ser zorra, pues yo no califico de tal forma a los profesores. Jamás. Sin embargo, haría una excepción. Porque, como dicen en L'OREAL: Smith lo vale.
Se negó, hasta que vio a Jenny con los ojos llorosos, y se dirigió a ella, preocupada -será falsa- y la acompañó hasta la puerta. Lo sorprendente fue que, al intentar salir tras ella, me empujó dentro del aula. "¿Pero de que va?" Me quedé con la boca abierta, literalmente. Y es que, si: soy muy expresiva.

-Tú te quedas dentro.- "¿Y mis ojos llorosos que?"- me indigné como tan solo Meg y yo sabemos indignarnos y cerré la puerta de un portazo. Demasiada rabia y frustración acumulada para un solo día. No podía manejar tanto estrés. Estaba a punto de coger una sierra y partir la pizarra por la mitad, lanzar los pupitres por la ventana, hacerme un látigo con el alambre de las libretas y torturar a la puerta, o directamente matar a alguien, en cuanto alguien puso su mano en mi hombro.

-Summer.

-¿QUÉ?- exclamé, antes de girarme, ya profundamente histérica. Una vez me di media vuelta, me encontré con el confuso rostro de Jonas, lo  cual, como ya es de suponer: no aminoró mi cabreo. Sin embargo, lo siguiente que dijo, hizo que este prácticamente se extinguiera para dar paso a la confusión y... A más estado de shock.

-¿Estás bien?-abrí los ojos exageradamente, mientras imploraba internamente que alguien me explicase "¿QUE NARICES SE SUPONE QUE LE PASA HOY A TODO EL MUNDO?" Observé el rostro de Jonas: realmente parecía preocupado. Alucinante. En el futuro necesitaría una foto o un video de aquello para creerme que realmente pasó. -¿Que ha pasado? -preguntó, con un tono tan preocupado que me daba hasta mal rollo, ya que me hacía pensar que aquel día me había despertado en un mundo paralelo. ¿Desde cuando se preocupaba este por mi en cambio de preocuparse de meterse en mi entrepierna o de establecer contacto directo con mi precioso culo? Aquel día era demencial.

Sin embargo, el pobre lisiado cerebral intentaba ser amable, así que mi intención fue corresponderle.

-Bueno... Hoy han terminado nuestras amistades con Cherise y Poppy. Todo gracias a Adam que... -intenté explicar, más me vi interrumpida.

-Adam es estúpido. No puede hacerte esto.

Aquello aumentó mi estado de shock hasta prácticamente el coma. Sonreí, por primera vez en horas.

-Y tú no eres tan estúpido como creía.-dije, con la vista clavada en sus ojos, enternecida ante el hecho de que hasta el lisiado mental, tenía algo de sentimientos.

-Ya. -dijo, encogiéndose de hombros, mientras imitaba mi gran sonrisa. -¿Y lo sabes tan solo porque tengo claro que Adam es un idiota?-preguntó, mientras su sonrisa se tornaba algo más pícara.

-Efectivamente. -dije, correspondiéndole con una sonrisa con los mismos toques que la suya.

Pero aquel extraño y delirante momento se vio interrumpido por la profesora, que volvió a entrar al aula, no sin agradecerme con un gran sarcasmo y un tonito de lo más irritable, el que le cerrara la puerta en las narices.
Puse los ojos en blanco. ¿Estaba de broma? Jenny lloraba y se tiraba dos horas consolándola en el pasillo; lo hacía yo, y ya podía ir tomando asiento. Que asco de mujer, de verdad.

Me senté en mi sitio habitual, desde el cual sonreí a Jonas, el cual me miraba sin eliminar su sonrisa. Y allí, horrorizada me di cuenta de que quizás Britt no andara tan desencaminada. Tal vez, si que me gustase un poco el maldito lisiado mental. Pero muy poco. Mi gusto por él era minúsculo. Y mi asco mucho mayor. Que quede claro. "Mierda."-pensé, mientras me daba una palmada en la frente. "Mier-da."


lunes, 24 de noviembre de 2014

Día 3:

Los últimos días estaban siendo difíciles de asimilar. Entre los exámenes y lo estresante que es la vida de una adolescente, sentía como si me cargasen los hombros con múltiples sacos de harina. Aquello iba a pasarle factura a mi columna vertebral.

El viernes había sido un día de lo más peculiar, y es que todos sabemos que los viernes, son con diferencia el día más "light" de la jornada laboral. Sin embargo, eso no implica que un viernes no pueda darte varios dolores de cabeza. O de espalda. Está claro que en cuanto termine el mes tendré que ir al osteópata.

Lo curioso de ese día, fue que las situaciones más insólitas se dieron durante las clases, y no a lo largo de nuestro escaso tiempo libre.

El primer momento que me llamó la atención aquel día, fue el que Andrew se acercase a hablarme, cuando con anterioridad a penas nos habíamos dirigido la palabra. Simpático, me preguntó por mi exámenes. Parecía un chico agradable, y además admitámoslo: estaba bueno. Así que yo felizmente hablando con él de chorradas escolares no vi venir a Rachel, una compañera de clase, la cual alegremente comentó:

-¡Es clavadita a tú ex! Solo que ella era pelirroja...- y claro, a parte de sentirme observada en aquellos instantes también me quedé pensando en si aquello debería tomármelo a bien o a mal. Esperaba optar a la primera opción.

Sin embargo, aquel momento no pasó a ser una anécdota interesante, pues nos vimos forzados a interrumpirlo en cuanto el timbre retumbó por las aulas. Por lo que me dirigí al aula de ciencias.
Una vez allí nos hablaron sobre la clonación, y sobre veinte mil rollos más de los que no queréis oír hablar. Pero yo si que quería.

-¡Yo! ¡Yo! ¡Yo quiero clonarme!-exclamé efusiva, respondiendo a una pregunta que el profesor no había formulado. "Esto de tomarme dos cafés para desayunar no me hace bien."

-Summer; la clonación es anti-ética.-comentó May.

-Pero si yo a mi clon le haría un favor...-expresé, con total convencimiento.

-¿Que ideas tienes, Summer?-preguntó mi profesor.

-Clonarme para enrollarme conmigo misma. Es una necesidad básica para mi. -expliqué. Si, lo sé: demasiado presumida, ¿verdad? No os equivoquéis; opino que todos deberían quererse a si mismos con locura. Eso provocaría la desaparición de muchas guerras. Sin envidia muchas batallas se extinguirían.
Sin embargo, mi comentario les sonó a broma a los demás, que estallaron en carcajadas: ¿a caso no veían que lo decía en serio?

-¿Tú te das cuenta de que tu clon sería un ser con opinión propia que no tendría porque querer liarse contigo, verdad?- comentaba May, mientras emprendíamos dirección a la cafetería del instituto, siendo ya la hora de comer.

-A ver...-musité, algo indignada, pero a la vez, orgullosa. -¿Quién no iba a querer...?-me vi interrumpida a mitad de la frase.

-Yo quiero.- allí estaba Chris. Tan sutil como tan solo él sabía ser. Se acercó a mi, aprovechando que me estiraba para coger las servilletas para rozar mi piel. -Mmm... Summer. - "Asco de tíos. Asco de humanidad." ¿A caso tanto les costaba introducir en sus cabezas de Neanderthales que cuanto más estupideces repulsivas hacían, más asco les teníamos?

Sonreí, intentando calmarme. Recordé lo que siempre me dice mi padre: antes de chillarle a alguien, cuenta hasta diez internamente y respira.
Bien; pues eso hice. Conté y respiré. Pero el pervertido de Chris no se apartaba de mi, y en cuanto abrí la boca para aclararle lo que quise aclararle días antes: amigos. Solo amigos- Jonas se me adelantó, interponiéndose entre ambos.

-Eh, que corra el aire.-indicó, con seriedad. -Summer, vuelve a tu sitio. No puedes colarte. 

¿Colarme? ¿Que estábamos? ¿En quinto de primaria?
Solté un soplido:

-Por favor.- me indigné.- Sabes tan bien como yo que no me he movido de mi sitio. -me quejé, antes de deslizar mi bandeja hacia el apartado de los postres. Sonreí al ver que había pastel de limón: por lo menos iba a poder saborear algo de ese día. Porque por el momento llevaba conversaciones inacabadas, aclaraciones que no se habían llevado a cabo, momentos confusos, múltiples indignaciones y ninguna clonación. Agradecí internamente el vivir en mi propio mundo mágico, el cual se atesoraba en mi mente. Pues vivir en aquel incomprensible mundo externo, sin la protección que me proporcionaba mi mundo interior, sería digno de llevarme a la demencia.

Durante la comida hablé con May y Lou, aparentemente aterrorizadas por una niña de nueve años que a mi opinión protagonizaría una película de terror en breve. Y es que cada vez que la veían, mis amigas eran abofeteadas con la frase de:

-No me acercaré a vosotras. Sé que si lo hago me arrancaréis la cabeza.

Y claro, ver a la niña roer un hueso de pollo, dispuesta a comérselo entero, era un tanto inquietante, para que mentir.

-Yo quiero conocerla. Seguro que puede inspirarme para un libro.-comenté, observándola a lo lejos.
Realmente se hacía perturbador el verla roer el hueso con tantas ansias.

-¿Os imagináis como de rápido se comería un hueso humano?-dijo Lou, temerosa.

Las demás abrimos los ojos y reímos. El día no iba mal después de todo.

O eso pensé. Sin embargo mis probabilidades de terminar el día con calma se vieron nubladas por el trasero del lisiado cerebral, que lo había puesto sobre MI silla. Supe entonces que la clase de italiano no me sería fácil. Jonas no iba a ceder fácilmente.

-A ver... Lisiado cerebral. ¿Qué haces? -le pregunté, algo molesta. -¿No ves que mis cosas están sobre la mesa?

Jonas observó el pupitre, dándose cuenta de que yo tenía razón. Sin embargo, como este no rige bien, lo que hizo fue coger mis libros y dejarlos en el suelo.

-Ya no.-concluyó, con una estúpida sonrisa que hacía que tuviese ganas de meterle los dedos de los pies por los tímpanos.

-Si no quitas tu culo de mi silla, no me quedará otra que sentarme encima tuyo. -le avisé.

-Adelante. -dijo el muy cabrón, que o no me creía o era aquel su objetivo.

Así que, como mujer de palabra que soy me senté sobre él.

-¿Tan enamorada estás de mi, que haces esto para tenerme cerca?-me preguntó.

-¿Tan enamorado estás de mi, que te sientas en mi sitio tan solo para darme un motivo para hablarte?-contesté, con la misma sonrisa pilla que la suya. Si se trataba de jugar, a mi no me ganaba nadie.

-Aquí hay amor.-comentó Lou, quién se sentaba en frente.

-Muchísimo.-ironicé, ante el comentario de mi amiga, queriendo estrangularla.

Y entonces Jonas se puso a montárse un monólogo sobre lo mucho que yo le quería, sobre que no sabía disimular mi innegable amor por él; la Hello Kitty; los pies de Jenny y no sé que mierda más. Y como resultado, terminé aporreando su inservible cráneo con mi carpeta. No era la primera vez ni sería la última. Peleas como aquellas eran habituales entre nosotros. Pero claro; eso la Señorita Smith no lo sabía. Y cuando llegó al aula, no estuvo lo que se dice contenta con el panorama que se encontró.

-Para empezar: Summer, Jonas: no podéis sentaros juntos. Separaros ya.-nos ordenó.

-Ya has oído Jonas. -le dije, con una sonrisa en el rostro.

-No, no: yo no me muevo. Este es mi sitio. ¡Si ella tiene las cosas en el suelo! -indicó, mientras señalaba mi pobre material escolar.

-¿Summer...?-inquirió la mujer.

-Es mi sitio y lo sabe. Siempre me siento aquí.-indiqué. El maldito lisiado cerebral... Yo tan solo pedía una cosa: sentarme cerca de Lou. ¿Es que acaso era tanto pedir?

-Me da igual de quién sea el sitio. O uno de los dos se levanta o estáis expulsados de la clase.-amenazó con severidad.

-Pues yo no pienso moverme.-indiqué, más que indignada. ¡La profesora sabía que aquel era mi sitio! Otra que quería recibir trabajos extra escolares por parte de Jonas. "Asco de sociedad."

-Yo tampoco.-secundó Jonas.

-En ese caso, fuera del aula. Los dos.-dijo, y en ese momento yo me levanté, negándome ante la opción de que una mancha tan estúpida como aquella manchara mi expediente académico dominado por el buen comportamiento:

-Ya me cambio...-suspiré, resignada. Más aquello no fue suficiente para la profesora.

-Demasiado tarde. Los dos fuera.

"Mierda."

Y así terminé con el lisiado cerebral en el desierto pasillo. Por tozudos y porque él era un imbécil. Pensé en que aquella situación me hubiese incluso gustado un año atrás, cuando Jonas me gustaba. Eso fue antes de descubrir que era un lisiado cerebral, claro está.

-Has conseguido lo que querías. No estoy sentado en tu sitio.-dijo, sonriente. Aquello parecía tener gracia en el interior de su inepta mente.

-Tú has conseguido lo que querías: un rato a solas conmigo.-dije, con cierto sarcasmo.

-¿Como lo sabías?-contestó él con el mismo tono.

-Fácil: no sabes disimular tu innegable amor por mi.-comenté, citando lo que minutos antes él me había dicho.
Después desaparecí por las escaleras. No quería estar más junto a aquel descerebrado. Me ponía enferma. Y también me ponía a secas, pero eso era por culpa de las malditas hormonas, así que no tenía la menor importancia, porque un gilipollas como él no me iba a gustar. ¿Los chicos que me gustaban a mi? Chicos como Alec, con el cual me había pasado hablando las dos noches anteriores. Le echaba de menos, y era muy consciente de ello. Y si: el recibir aquel mensaje por su parte me encantó. ¡Al fin un chico que se preocupa de lo que pasa por tu mente y no por tu entrepierna! Repito: asco de sociedad.
Y asco de adolescencia, que además de algún que otro grano, desajuste hormonal, atracción por el lisiado cerebral y un variante apetito, había hecho que me dejara de gustar Alec justo cuando parecía que iba a haber algo. Pero bueno, cosas que pasan. Supongo.

Aquella tarde tan solo podía pensar en coger el teléfono y llamar a Meg. Necesitaba a mi media naranja para que me ayudase a exprimir aquel mundo de dementes,  aclarar mis ideas y organizar mis frustraciones. Parecía misión imposible, pero para Meg no lo era. Tan solo hizo falta nuestra terapia del fin de semana. Pero eso, y lo que pasó el lunes, ya es más largo de contar...